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Asia, Calma y paz, Cultura y sabiduría, Lunas de miel, Pasión por la naturaleza, Sri Lanka

El viaje por Sri Lanka que cautiva y enamora

Pocos destinos desprenden tanta vida como Sri Lanka. A 140 kilómetros de la India –se puede llegar por tierra cuando baja la marea a través del estrecho de Palk– Sri Lanka es un paraíso desconocido en Asia. Uno de esos destinos todavía por explorar y que todavía conserva toda su magia en un país que otros destinos eclipsan por su fama como Tailandia, India, Bali, Camboya o Vietnam.

Un destino donde la paz abraza y la hospitalidad enamora. Todo decorado de verdes clorofílicos que despiertan libertad y sosiego entre bosques tropicales, también llanuras, playas cristalinas e infinidad de animales.

Y hoy Claudia, una de nuestras viajeras nos explica la ruta que le ha cautivado el corazón y los alojamientos que han completado su experiencia a la perfección.

Llegada a Colombo

La capital es la excepción del destino. Una ciudad cosmopolita y moderna que cuenta con algunas visitas imprescindibles si haces noche en la ciudad. Desde la Lotus Tower -la torre más alta del sur de Asia– pasando por el Pettah Market hasta el mercado flotante. Tres visitas obligatorias para entender una ciudad que se ha modernizado, pero que mantiene las costumbres asiáticas intactas.

Y entre el hoy y el ayer que desprenden sus calles, el hotel Shangri-La Colombo fue, sin duda, la mejor opción. Ubicado entre los distritos comerciales y frente a la orilla del mar, tuvimos la primera toma de contacto con el lujo asiático. Un santuario tropical para escapar del ruido de la ciudad con vistas directas al océano Índico.

Foto: hotel Shangri-La Colombo

Rumbo a Habarana

Empezó la aventura. Iniciamos una ruta de cuatro horas por carretera en la que la ciudad se alejó poco a poco para adentrarnos en una inmensidad eterna de selva. Carretera y bosque ambos lados fueron el preludio de lo que nos acompañó todo el viaje. Una imagen perfecta que describe lo que define a un destino con vida propia. Nos despertó el ralentí del coche a medio camino y de la nada aparecieron. Dueños y señores de Sri Lanka. Dos elefantes cruzando la carretera y obligando al tráfico a detenerse. Paseando su majestuosidad y haciéndonos entender que en Sri Lanka el humano ha ocupado grandes partes antes deshabitadas, pero lo ha hecho con el máximo respeto por la naturaleza que le precedió. Elefantes salvajes campando a sus anchas y adaptados a la presencia de los coches y los tuc tucs que les brindan respeto. De menor tamaño, las manadas de monos también se apilan en los arcenes, así como los perros, dormidos disfrutando de los rayos de sol.

Vimos los elefantes antes de llegar al safari, pero ya adentrados en la selva –que es la misma que rodea la carretera– manadas de elefantes se apilaron alrededor de nuestro jeep. Tan cerca que casi podíamos tocarlos. Naturaleza en estado puro que también se trasladó al hotel. Water Garden Sirigiya de Serandipians alargó esa sensación de paz rodeados de lagos y arroyos de agua con unas vistas increíbles a la Roca del León.

La Roca de Sirigiya, símbolo de la monarquía y la traición, con más de 2.500 años de historia. Una caminata donde atravesamos todas las trampas que el rey Kasyapa construyó para reinar tras matar a su padre y hacerse con el trono.

Otra de las opciones es el hotel Jetwing Vil Uyana en Ayubowan y también de Serendipians. Un jardín de lagos que imita los alrededores de la roca con una propuesta de alojamiento ecológico moderno.

Foto: hotel Jetwing Vil Uyana

Rumbo a Kandy

Sri Lanka es conocida por sus tés. Y en el verde que tiñe al país también se incluyen infinitas plantaciones que le brindan una merecida fama. Con la noche encima, llegamos a Kandy donde Santani Wellness Kandy nos acogió en su santuario. Un lugar que respira equilibrio y bondad en el que no hay rincón en el que no reine la paz.

Al amanecer visitamos la plantación de Damro una de las más populares del país y vimos en primera persona cómo se fabrica el té verde, rojo y negro. Una auténtica maravilla que probaron nuestros paladares. La seda, el cashmere o el algodón son otras de sus producciones más valiosas que también pudimos comprobar en primera persona.

Una visita breve porque nos esperaba Ella y la aventura que muchos han apodado como: el viaje en tren más bonito del mundo. Y no nos engañaron. Con la humedad que caracteriza al país –y sus respectivas lluvias intermitentes– arrancamos hacia Ella desde la estación de Kandy. Escasos minutos de su salida, la selva nos volvía a rodear en lo que parecía no tener final. Una única vía atravesando una colina enorme rodeada de plantas que llegaban a rozar con el coche donde no se veía el final.

Tres horas de viaje donde apenas pudimos pestañear y que son uno de los mejores recuerdos del viaje.

Foto: Hotel Santani Wellness Kandy

Ella, naturaleza y diversión

El guion continuó con los mismos protagonistas. Montaña, olor a especias, buena gastronomía y un nuevo integrante. La noche y los bares. Ella se resguarda entre montañas, pero el turismo y la vida nocturna han convertido a esta ciudad en un atractivo indispensable. De día nos cautivó Adam’s Little Peak. Una excursión de una hora hasta la cima –con parada en la tirolina incluida– que se alargó hasta tres para poder contemplar las imponentes vistas. La densidad del bosque es tal que no se aprecia ni el fin ni el fondo. Unas vistas para enamorarse que rodean a una ciudad llena de vida y propuestas gastronómicas, así como fiestas al caer la noche.

Pero no solo eso. Ella también fue un lugar para mantener intacta la paz que encontramos durante el viaje.

La costa

Cocoteros y playas infinitas de arena ocre para los amantes del surf y arrecifes y corales para los amantes del submarinismo. Llegamos a Welligama. Fue la guinda del pastel a un viaje intenso lleno de naturaleza que termino, como un río, en el mar.

Las montañas que resguardan el mar nos miraban, pero esta vez nuestros ojos se posaron en las olas. Pequeñas de lejos, pero algo más grandes encima de la tabla. Una ciudad costera en la que moverse con tuc tuc era casi adictivo para descubrir las playas más recónditas, como The Secret Beach, y para combinar la gastronomía asiática con algunos platos mediterráneos.

En esta ocasión, elegimos la firma más lujosa del planeta para terminar nuestro viaje. Amangalla de Aman. Un alojamiento ubicado dentro de las murallas del fuerte de Galle del siglo XVII, Patrimonio de la Humanidad, en el que compaginamos la vida callejera de la costa con el retiro de un palacio.

Una opción también disponible en Tangale (en la costa sur del país) es el hotel Amanwella, donde Aman también ha encontrado la fórmula para brindar el lujo más exquisito entre la jungla que rodea la costa. Dos lugares de ensueño para cerrar un viaje inolvidable.

Foto: Hotel Amangalla

Foto: Hotel Amanwella

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